El
término evaluación es uno de los más utilizados por los profesionales de la
educación. En buena parte de las ocasiones dicho uso está asociado a los
exámenes y las calificaciones, es decir, a la valoración de los productos del
aprendizaje. Esta utilización tiene que ver con la concepción de la evaluación
que tiene la mayoría de la población. El propio Diccionario de la Real Academia
Española da dos definiciones de la voz evaluación: “1. Señalar el valor de una
cosa. 2. Estimar, apreciar, calcular el valor de una cosa”.
La
concepción estática de la evaluación que se encierra en estas definiciones, en
las que se resalta el hecho de valorar resultados responde a una concepción de
la educación también estática y centrada en los productos y no en los procesos.
Puede decirse que según se ha ido entendiendo la educación como un proceso en
el que intervienen distintos agentes y circunstancias que influyen en sus
resultados, se ha ido modificando también la idea de evaluación. Esta
modificación sitúa a ésta en el interior de un proceso (de
enseñanza-aprendizaje), no al final del mismo como elemento de verificación de
sus resultados.
Así
el (Joint Comité, 1988), entiende la evaluación como un “enjuiciamiento
sistemático sobre el valor o mérito de un objeto, para tomar decisiones de
mejora”. Tres cuestiones pueden resaltarse en esta definición. La primera es
que la idea de enjuiciamiento sistemático nos lleva a una concepción procesual
de la propia evaluación. La segunda es la que otorga verdadera potencia a la
concepción educativa de la evaluación, definida aquí en su objetivo último,
cual es la toma de decisiones de mejora. La tercera que el enjuiciamiento no se
refiere exclusivamente al producto (valor) sino que se extiende al mérito, es
decir a los condicionantes de diversa índole que han intervenido en el proceso.
Otra
definición del concepto de evaluación que, además de incidir en su carácter
procesual, de mejora de la situación actual y de toma en consideración de todos
los elementos intervinientes en el proceso, subraya su carácter técnico es la
de (Pérez Juste, 1995):
“Proceso
sistemático, diseñado intencional y técnicamente, de recogida de información,
que ha de ser valorada mediante la aplicación de criterios y referencias como
base para la posterior toma de decisiones de mejora, tanto del personal como
del propio programa”.
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